Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1647
Legislatura: 1898-1899 (Cortes de 1898 a 1899)
Sesión: 8 de junio de 1898
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 40,1244-1245
Tema: Noticias del teatro de la guerra

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): El Gobierno agradece en el fondo de su alma todas aquellas manifestaciones de apoyo que ha recibido de algunos Sres. Diputados, y no deja de agradecer las que ha recibido de otros, aun con las reservas y condiciones que las han impuesto. Pero, ¡es singular, Sres. Diputados! se acusa al Gobierno de que no dice la verdad al país, cuando precisamente por decirla en el asunto más grave que hasta ahora ha ocurrido, aparte del desastre de Cavite, es por lo que se está celebrando esta solemne sesión, en la que han tomado parte los oradores que acaba de oír la Cámara, porque ha dicho toda la verdad, porque ha creído que estaba en el deber de decirla, porque creía que se dirigía a un pueblo viril, que se resignaba con las desgracias por que se pasa cuando se lucha en las desventajosas condiciones en que lucha el pueblo español.

Señores, el pueblo español está combatiendo dos grandes insurrecciones coloniales, y además sosteniendo una guerra con el extranjero tan desigual como no se ha visto jamás, y todavía se dice que el Gobierno no hace nada, y todavía ante estas noticias agradables que recibimos, que no esperaba nadie y que más asombrada que a España tienen asombrados a los países extranjeros.

El Sr. Salmerón lo dijo: en una lucha como en la que estamos, no puede el pueblo español, no puede el ejército español hacer pacto con la victoria, pero lo ha hecho con el honor y el honor vamos a salvar (El Sr. Vázquez de Mella: Con el abandono.) ¿De qué? ¿Dónde está el abandono? ¿Es que si hubiera abandono hubiéramos podido combatir las dos insurrecciones coloniales y sostener una guerra de más de mes y medio con una de las Naciones más poderosas del orbe? El abandono será vuestro, que no dais los medios de Gobierno, y todavía venís a poner obstáculos poniendo a discusión lo que no puede discutirse nunca, pero mucho menos en los momentos actuales. (El Sr. Vázquez de Mella pide la palabra.- El señor Morote: ¿No vamos a decir nunca la verdad? ¿Vamos a decir siempre la mentira? - Rumores.)

El Gobierno ha cumplido con su deber y ha dado pruebas de su actividad, y puedo decir también que de su inteligencia.

Se hace cargo de que la escuadra española haya ido a Santiago de Cuba. ¿Es que ésa ha sido disposición del Gobierno? ¿Es que no ha sido una habilidad muy grande de aquel almirante pasar por entre las escuadras poderosas del enemigo para llegar, como ha llegado, a aguas de Cuba con el asombro de toda Europa? Pues todavía se hacen cargos porque no ha podido llegar a otro punto. (El Sr. Romero Robledo pide la palabra.)

Que la escuadra que maniobra en el Atlántico, debía haber ido a Filipinas. Yo entiendo que no conviene hablar de ciertas cosas. Yo le podría decir al Sr. Romero Robledo, que eso no pudo ser y que no debió ser, pero como no puedo enterar a S. S. de las razones que tuvo el Gobierno o, mejor dicho, que tuvo el almirante para hacer la derrota que hizo, me limito a decir que el cargo no puede ser más injusto? (El Sr. Romero Robledo: Yo no he hecho cargos. Su señoría busca la polémica.) Yo no busco polémica; yo quiero dar contestación a las indicaciones de S. S. porque S. S., al ofrecernos su apoyo, ha examinado la conducta del Gobierno y la ha criticado. Bien está. Yo no niego a S. S. ese derecho; pero crea S. S. que no era éste el momento de hacerlo porque se da o no se da el apoyo, pero en circunstancias tan graves como éstas, no se puede andar entre dos aguas.

Que el Gobierno debe decir lo que hace y lo que va a hacer. Todavía si estuviéramos en el caso de nuestros enemigos, puede que S. S. tuviera razón, pero como estamos en el caso contrario, y con poco tenemos que hacer mucho y oponernos a mucho, resulta que lo que debemos hacer no se lo podemos decir a nadie hasta que lo hagamos. Si en lugar de la escuadra que tenemos, tuviéramos la escuadra de Inglaterra, no habría inconveniente en decir lo que íbamos a hacer, en la seguridad de que podríamos realizarlo, aun sabiéndolo de antemano los Estados Unidos; peor como no estamos en ese caso, tenemos que guardar silencio sobre muchas cosas que desea saber el Sr. Romero Robledo, y que yo, reconociendo su patriotismo y sus buenas cualidades, que S. S. destruye algunas veces, porque tiene, permítame que se lo diga, la manía de la crítica y de la discusión parlamentaria, pero que fuera de eso tiene condiciones excelentes como español, como político y como ciudadano, no tendría inconveniente en decir a S. S. al oído todo lo que S. S. quiere saber de lo que se ha hecho, de lo que se hace y de lo que se piensa hacer, porque tengo la seguridad de que eso serviría para satisfacer a S. S.; pero no puedo decirle públicamente ciertas cosas que quiere saber porque con los medios de comunicación actuales, a los diez, a los veinte [1244] minutos o a la hora las sabrían también los Estados Unidos.

Comprenderán, pues, los Sres. Diputados, que el Gobierno no puede hacer ciertas declaraciones, y que no debe hacerlas y no las hará. (Muy bien.)

El Gobierno, no sólo ahora en esta gravísima situación, sino antes, tenía puestos los medios y tenía trabajos empezados, que continuará, primero para impedir lo ocurrido y ahora para remediarlo, para lo cual tiene que continuar esos trabajos con mayor energía y emplear otros medios.

Que la cosa es irremediable. Yo no lo creo aún, porque hay noticias que aminoran un poco las que ha dado el Gobierno, pero el Gobierno no quería ocultar nada a los Sres. Diputados. De todas maneras, dadas las condiciones de la lucha, podemos esperar alguna victoria (ya hemos tenido algunas, aunque no hayan sido muy grandes); pero también debemos resignarnos a esperar derrotas y recibirlas con aquella calma y aquella serenidad que corresponden al pueblo español, que sabe que está empeñado en una lucha muy desigual, pero a la cual ha ido forzosamente, a la cual le ha llevado su honor.

Salvemos, pues, el honor como lo salvan los pueblos viriles, y cuando vengan las desgracias, si vienen, se recibirán como se recibían antiguamente, porque siempre ha luchado en esas condiciones el pueblo español, y por eso tiene esa fama y esa reputación de guerrero y de valeroso; como se recibían antiguamente, con aquella frase de aquel famoso general que ganaba todas las batallas, del general No importa.

 



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